La mirada inocente

Advaita
No-dualidad
135 páginas
Origen: https://datelobueno.com/
Jean Klein

PROLOGO

Parece razonable pensar que el prólogo a un texto de quien, como Jean Klein, es escasamente conocido en nuestro país, debería comenzar por recoger las habituales referencias biográficas al uso.

En una ocasión, alguien le formuló la pregunta: “¿Quién eres tú, Jean Klein?” A lo que el maestro, con la precisión y austeridad de lenguaje que le caracterizan, respondió: “Nadie”.

Así pues, esta respuesta nos exime de la tarea —por otra parte, dudosamente útil— de concatenar las citadas referencias, pues quien no es nadie, obviamente, carece de biografía.

En cualquier caso, habría que señalar que tal respuesta no debe ser entendida como ejercicio de modestia ni tampoco como un golpe de efecto con pretensiones pedagógicas más o menos indirectas. A la luz de su enseñanza, sólo cabe pensar que Jean Klein respondió pura y simplemente lo único que podía responder: la verdad. Si bien desde la limitada y deformadora perspectiva de lo fenoménico existe, ciertamente, un ser humano que responde por tal nombre, en el nivel de lo esencial “…liberado de la ilusión de ser persona, sólo queda la plenitud”.

La mirada inocente es una recopilación de diálogos mantenidos en diversos lugares con distintos grupos de interlocutores que formulan preguntas de diverso cariz. Para que la lectura del texto que viene a continuación, pueda cumplir la función que por su naturaleza le es inherente —o dicho de otra forma, para que resulte realmente provechosa— habrá que tener en cuenta que Jean Klein no expresa aquí nada semejante a lo que suelen denominarse “opiniones personales”, que, por otra parte y vengan de donde vengan, ninguna relevancia tienen en el ámbito del Conocimiento.

Jean Klein no opina; sabe y cuenta lo que sabe, o, mejor dicho, se constituye en cauce a través del cual se expresa la sabiduría intemporal de la tradición del “no-dualismo” o, por utilizar el término sánskrito —ya que Klein parece manifestar una particular afinidad con el Hinduísmo— del Vedanta Advaita, si bien el “no-dualismo” es siempre y en todas partes esencialmente el mismo, sean cuales fueren los peculiares elementos tradicionales de que pueda revestirse a la hora de expresarse.

Deberá también tenerse en cuenta que Jean Klein no ofrece “información” en el sentido habitual del término. A diferencia de la pregunta, que surge siempre del conflicto, es decir, de la dualidad, la respuesta, teniendo por origen el Silencio, se sitúa en un plano distinto y no tiene por objetivo la resolución conceptual del contenido verbal de la pregunta, sino más bien la incidencia directa en el conflicto que le subyace y genera.

Puede ser que estas circunstancias dificulten en ocasiones la percepción del vínculo existente entre pregunta y respuesta; pues tal vínculo —tanto por razones pedagógicas como a causa de la disparidad de planos en que pregunta y respuesta se localizan— no siempre será susceptible de ser acomodado en el orden lógico de la razón; y, desde luego, nada más lejano a la enseñanza de Klein que el propósito de tal acomodación.

Klein insiste en ello repetidas veces: “No se puede contestar a la pregunta desde el nivel de su formulación, pues la respuesta apunta siempre hacia la verdad y, en consecuencia, no se encuentra en el mismo plano que la pregunta… La respuesta aquí está sugerida; muy a menudo es incompleta, nunca está limitada y siempre obliga a desarrollarla a quien hace la pregunta… pero no hay que tratar de comprenderla utilizando otras respuestas como referencia”. Y a la impugnación “Considero que no ha respondido usted a mi pregunta”, contesta: “No puedo responder a tu pregunta porque tomas mi respuesta en un plano conceptual en lugar de vivir la experiencia que te propongo. Mi respuesta está dirigida a conducirte a una actitud interior de dejar-hacer en la que estás obligado a abandonar toda formulación y a quedar tranquilo, a la escucha”.

No les será imposible a las mentes hipercríticas encontrar supuestas incoherencias o contradicciones en las palabras de Klein. Es casi innecesario señalar que tales contradicciones no van más allá de la apariencia, estando motivadas en ocasiones por el carácter individual y específico de su destinatario —no a todos tiene por qué convenir idéntica enseñanza— o por las limitaciones inherentes a la propia estructura del lenguaje. Desde una perspectiva más sintética que analítica, tales diferencias, cobrando su verdadero valor, se integran armónicamente en una síntesis unitaria.

Ante una respuesta que surge del Silencio y apunta hacia el Silencio, vano será tratar de encerrarla en el estrecho marco de los esquemas conceptuales propios de la razón discursiva. Las palabras de Klein no deben ser interpretadas ni almacenadas en el depósito sin fondo de la memoria, sino escuchadas, escuchadas desde el silencio de la meditación.

Puede por tanto decirse que no es este un libro para ser leído, en el sentido habitual de la palabra, sino más bien para servir de soporte a la meditación. La enseñanza de Klein es de orden esencialmente práctico; es un maestro que muestra al que escucha la perspectiva justa en el instante único del presente, proyectando, por decirlo así, una corriente energética que, adecuadamente recibida, se transformará en silencio en su interior.

La voz de Klein es la voz del Silencio. Escuchemos.