El Buscador es lo Buscado

Puntos clave de la enseñanza de Nisargadatta Maharaj

Advaita
No-dualidad
91 páginas
Origen: https://datelobueno.com/
Ramesh Balsekar

Prólogo

No era mi intención escribir un libro sobre la enseñanza de Sri Nisargadatta Maharaj. El material que en este libro aparece brotó de modo espontáneo, como si fuese dictado, en un frenesí que sobrecargó mi ser con una fuerza compulsiva a la que no era posible más que asentir. No había alternativa, tenía que escribir, reducir al nivel verbal la comprensión abstracta de las palabras del Maestro. Fue, en realidad, más una tarea de escuchar que de escribir palabras y frases en apariencia formadas sobre el papel ante mí.

Una vez escrito el primer pasaje, ahora capítulo de este libro, me di cuenta de que mis pensamientos volaban aventajando la escritura. Y lo que escribí quedó en una carpeta, guardado, sin volver siquiera a ser leído. No supuse entonces que hubiese más que escribir al respecto, y mucho menos cincuenta y tantos pasajes. A cada momento aparecía esta sensación de compulsión a escribir sobre un tema particular del que pudo haberse ocupado Maharaj, y en todos los casos el artículo fue guardado en la carpeta sin más revisión o, cuando menos, relectura.

Cuando había reunido cerca de quince artículos, un amigo mío, Keki Bunshah, de Hong Kong, ferviente compañero devoto, llamó casualmente a mi casa. Mientras discutíamos acerca de cierto asunto, se me ocurrió mencionar que justo el día anterior había escrito algunas notas sobre el mismo tema. A Keki, siempre tan perspicaz, naturalmente no podía escapársele lo que ya había dicho e insistió en que le permitiera leer el artículo. Y después, desde luego, tuvo que leer también los otros. Fue así como decidió mecanografiarlos, con una copia para él, claro está.

En ese momento me vi en un verdadero apuro, pues no había mencionado nada a Maharaj acerca de estos escritos intuitivos. En realidad no había dicho nada a nadie sobre el asunto, ni siquiera a mi amigo y colega Saumitra Mullarpattan, quien había estado traduciendo las charlas de Maharaj mucho antes de que el Maestro me pidiera a mí también que fuera su intérprete. Cuando le hablé a Mullarpattan sobre los escritos intuitivos y de mi conflicto, el número de artículos había crecido a cerca de 25. La inspiración para escribir parecía venir a intervalos irregulares, solía escribir de prisa y en forma compulsiva cinco o seis pasajes cada vez y, luego, nada durante unos días.

Una mañana, después de la sesión habitual, Mullarpattan y yo llevábamos a Maharaj a dar un paseo en el automóvil cuando, sin previo aviso, Mullarpattan sacó a colación los artículos. El estaba, al igual que yo, conciente de que Maharaj recomendaba en general a sus devotos no escribir ni dar pláticas acerca de sus enseñanzas, presumiblemente por dos razones:

  • a) el que escriba puede no haber entendido el tema con la profundidad requerida, haberlo entendido sólo de modo superficial, o puede en verdad no haberlo entendido en lo más mínimo, y

  • b) puede sentirse tentado a erigirse en seudogurú y provocar un gran daño a todos.

Así pues, Mullarpattan se refirió a ello con mucho tacto, exponiendo de manera muy clara el hecho de que todo lo escrito era esencialmente espontáneo y no resultado de haberme sentado deliberadamente a escribir sobre cuestiones específicas, y que la velocidad misma con la que las palabras habían ido saliendo a raudales sobre el papel, demostraba que el escrito no había sido planeado.

Yo me hallaba sentado en el asiento delantero del auto y Maharaj y Mullarpattan iban en la parte de atrás. Mientras Mullarpattan decía todo esto, no hubo ninguna clase de reacción oral por parte de Maharaj, ¡ni un solo sonido!, de modo que, con gran inquietud, me volví para mirar y pude ver a Maharaj por completo relajado, reclinado en el asiento con los ojos cerrados y la más beatífica sonrisa en los labios. El mensaje era claro; él ya sabía de estos artículos; tenía que saberlo. Lo que es más, se sentía complacido.

Cuando Mullarpattan concluyó, Maharaj se incorporó y dijo: "Deja que los artículos continúen, tantos como puedan surgir por sí mismos. La espontaneidad es lo esencial. No insistas ni te resistas". En ese momento Mullarpattan sugirió que se publicaran los artículos, y yo intervine diciendo que podrían publicarse bajo un seudónimo, pues era conciente de que yo no era más que un instrumento para su escritura.

Maharaj estuvo de acuerdo enseguida en que debían publicarse, pero insistió en que se mencionara claramente el nombre del autor, "pese a que -añadió- sé que ambos están concientes de que todo escrito se origina en la conciencia, de que hay escritos mas no autores".

Fue un enorme alivio para mi el que, a partir de entonces, Maharaj no sólo supiera todo acerca de los escritos, sino que se sintiera complacido con ellos y los hubiera bendecido.